Ayer veíamos que hemos de aprender a usar los nuevos elementos de protección contra el COVID-19 a nuestro favor. En la empresa y el negocio para comunicar y crear marca, pero también a nivel personal.
Pronto las mascarillas serán obligatorias en los espacios públicos. Pero hemos de procurar que ese hecho no haga que en el camino se pierda la identidad del individuo. No ha de ser un mundo con todos los individuos iguales con la misma mascarilla tapándonos la misma cara.
Si la mascarilla hace que no veas gran parte de la cara de la persona que tienes delante, te estás perdiendo gran parte de su comunicación. Tanto la no verbal como la verbal. Imagina que estáis en una reunión, en una negociación, en un debate, y no puedes ver si sonríe o se enfurece, si se muerde los labios, si pone cara de asombro…
O lo que es peor, imagina que eres sordo y tienes que leer los labios, pero todo el mundo lleva mascarillas opacas…
Por no decir que si por desgracia te atracan, el retrato robot que describas a la policía puede ser «alguien con mascarilla y gafas de sol», que este verano seremos el 99% de la población. Recordemos el motín de Esquilache en tiempos de Carlos III, en teoría contra la medida de su ministro de prohibir el uso de la capa larga y el sombrero de ala ancha bajo el argumento que permitían el anonimato…
Evitemos ese anonimato. Ya sea personalizando las mascarillas opacas, con mascarillas bucales transparentes como la de la foto, o con mascarillas face-shield personalizadas, como las que veíamos ayer. No perdamos nuestra identidad, ni como individuos ni como empresa.
Ahora que recuperamos la calle y el contacto con la gente, no nos perdamos la comunicación no verbal.
Y sobre todo, no hagamos que una parte de la población se pierda la comunicación verbal.